El crimen del librero

escritura
microcuentos
Concurso “Un detective en el Persa BioBio”
Author

sebastiandres

Published

June 1, 2023

Como todos los lunes, Daniel Donoso se dirigió al galpón 1 del persa Bío-Bío. Desde que se había jubilado de detective de la PDI, tras veinte años de servicios y con cincuenta y seis años de edad, las novelas policiales se habían vuelto su pasatiempo. Fantaseaba con ponerse a escribir y contar algunos de sus mejores casos. Cuando llegó, le extrañó ver coches policiales y cruzarse con antiguos colegas. A pesar de su experiencia lidiando con cadáveres casi a diario, es distinto cuando quien muere es alguien que conoces. Bajo una manta plástica azul, yacía Ricardo Concha, su librero de siempre, con siete puñaladas en el pecho. Sus antiguos colegas le comentaron el caso. No era habitual que hablaran con civiles, pero el ex-detective Donoso seguía siendo conocido en la PDI por su registro de casos resueltos y su certera intuición. Habían cometido el crimen en la noche, sin testigos. Ricardo siempre era el último en partir del galpón, pues solía quedarse ordenando libros y leyendo. La principal sospechosa era Yanira, una colombiana que vendía arepas. Yanira había conquistado al público del persa a punta de curvas caribeñas, simpatía y un buen surtido de salsas picantes. Ricardo y Yanira llevaban un tiempo viviendo juntos y se les había visto pelear el domingo por la noche. Pero algo en su instinto de detective le hacía sospechar. El sitio del suceso no estaba desordenado y le parecía una muerte más premeditada que producto de una pelea doméstica. Un asesinato no le cuadraba con la imagen apasionada pero despreocupada de Yanira, a quién le sobraban pretendientes como para preocuparse por líos amorosos. Se preguntó quién ganaría con la muerte de Ricardo. ¿Otros libreros? No, claramente no elegían el oficio movidos por dinero sino por vocación. Los veía intercambiar libros y recomendaciones, sin competir por la clientela. Por hambre y costumbre, Daniel caminó hacia el puesto de Yanira. En su lugar, encontró el carro de sopaipillas de la señora Juanita, que volvía a estar lleno de sus antiguos clientes.